A las 20 h en punto y como rezaba el programa salen a escena Los Lobos, una de mis banda favoritas. Apenas unos centenares de aficionados ocupaban sus asientos. Siempre fue duro ejercer de telonero y lo de ayer para el grupo de hijos de emigrantes mexicanos asentados en Los Ángeles, California. Repasaron su enorme, atractivo menú cargado de R´n´R, Tex-mex, Country, Folk, Rhymthm & Blues, Blues. Cumbia, música tradicional mexicana. No faltaron sus clásicos, Ahí te dejo en San Antonio, Volver, Volver, La Bamba . . . El sonido pobre y a pesar que lo intentaron, quedó todo ello en eso, en un intento. Tras exactamente una hora de show abandonan el escenario.
A lo largo de más de cinco décadas que lleva de frenético, imparable actividad, Bob Dylan ha conseguido una enorme legión de in-condicionales a los que cuida, mima, quiere, sorprende, siempre a su manera. Esto fue lo que ocurrió en su concierto en Madrid, ayer lunes 6 de julio. Con un traje rematadamente vintage, en la que parecía que la chaqueta era prestada y su ya inseparable sombrero, aparece en escena a las 21.30 h. con sus cinco músicos y como si de un personaje de cine mudo se tratara, siempre Chaplin cerca. No hay concesiones, nunca las hubo, excepto hacia una máxima sublimación al arte. No hay pantallas gigantes retransmitiendo el concierto, y es de agradecer. Dylan siempre estuvo alejado de esos circos, fuera artilugios. Entre tema y tema recorre el escenario con la intención de buscar algo, regresando al centro del espacio donde se rodea de cuatro micros. Gesticula, mira a un lado y a otro para perderse con cierto desdén en la Historia. En cada uno de los temas parece repasar el pulso de sus diferentes timbres de voz. Es como si siempre estuviera jugando, feliz, ausente, disfrutando de un constante purgatorio. Tras los primeros cuarenta y cinco minutos abandona el escenario y una voz en off nos obsequia con 20 de descanso. Destacaría tres momentos que me emocionaron sobre manera, una extremecedora versión de Simple twist of fate, la devastadora, Tangled up in blue y ya en el bis una apocalíptica, mística puesta en escena de el himno, Blowin´ in the wind. Dylan es el nuevo crooner, siempre lo fue pero ahora lo parece. Acaba el concierto y Dylan siempre te deja esa indeleble marca, mezcla de decadencia, nostalgia, tristeza . . .
«No sé cómo empezó todo esto. No sé qué están haciendo de sus vidas, pero yo, yo sigo mi camino rumbo a otro hogar. Siempre sentimos lo mismo, solo que lo vimos desde un punto de vista distinto. Envuelto en tristeza» Tangled up in blue, Blood on the tracks
gracias por la nota del concierto, no pude estar…
Querida Cristina, espero estés bien.
Besos
o
l
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Soy yo siempre el que está agradecido, querida Cristina y muchas gracias por el comentario. BesosBolo.
Buena crónica, Bolo.
Querido, admirado Gonzalo.
a brazoS
GRANDES
a brazoS